LA NOCHE MAGICA

Hace tres años, la víspera de San Juan, hacía tan buen tiempo, que después de trabajar decidimos ir a la playa. Aquí también se prenden las hogueras, aunque el tiempo no acompañe como en el mediterraneo, ni haya esa costumbre de ir a la playa a cenar.
Aquí se celebran en los centros de la ciudad. En concreto en mi ciudad, frente al ayuntamiento. El momento de prender la hoguera,  es el momento del inicio de las fiestas, que finalizan el día 1 de julio, y el día fuerte son el 29 y el 30. Bueno, que me desvío.
Nosotros que no somos muy fiesteros, y desde luego, este año menos que nunca, pues aquel año decidimos escaparnos de las multitudes y fuimos a la playa, con unos bocadillos, unos refrescos y sin prisa.
Ya he comentado alguna vez, que yo soy muy friolera, y es bastante difícil verme metida en el agua, a no ser en agosto con más de 30 grados, o cuando vamos de vacaciones a tierras más cálidas.
Pues aquel año, el ambiente estaba tranquilo, el sol todavía calentaba y decidimos bañarnos. El agua estaba buenísima. Después nos comimos los bocatas y mientras, veíamos a grupos de personas, pocas, empezando sus rituales al anochecer, hogueras, bailes, ropas blancas...
Aquel año, tras el baño, las cosas empezaron a mejorar. En menos de un mes me hicieron un contrato fijo, que no había conseguido hasta entonces, empezó a funcionar un tema laboral de mi chico y parecía que las cosas se ponían de nuestra parte. Entonces decidimos ir a buscar el bebé.
Claro está, que viendo el éxito obtenido, al año siguiente volvimos a la playa, pero ya a sabiendas, con la idea preparada de bañarnos y de observar los rituales. Ese año no fue tan agradable, el tiempo estaba un poco torcido, salí tiritando del agua y no entraba en calor aún habiendo llevado ropa para cambiarme. Y ese año las cosas no solo no se arreglaron, si no que se empezaron a estropear. La crisis empezó a azotar al negocio de mi chico, y dos meses después, nos derivaron a una clínica de reproducción asistida.
Este año, como la cosa ya estaba bastante fea, decidimos ir a bañarnos para, por un lado seguir la tradición y por otro, ver si conseguíamos que nuestra suerte mejorara un poco.
Pues ya el miércoles amaneció lloviendo y ayer continuó. Cuando salimos de trabajar, el termómetro marcaba unos 17 grados y, por supuesto, que ganas de bañarse ninguna. Nos acercamos a la playa, eso sí. No había nadie preparando rituales, mi chico insistió y metimos los pies. El saltó las siete olas.
Así que nuestra pequeña y personal tradición se ha ido al garete.
Esta no ha sido una buena semana. Mi chico tiene problemas en el trabajo, creo que ya sabéis que es autónomo y la crisis no perdona. Encima, nuestras vacaciones están a punto de arruinarse, aún teniendo todo organizado y reservado. Yo sigo con lo mío, que es lo mismo de siempre, pero no termino de levantar cabeza. Y mi chico está un poco de bajoncillo así que el ambiente es tirando a triste.
Terminé el día con jaqueca y creo que a eso de las diez y media estábamos en la cama.
Hoy el sol se ha dignado a visitarnos, y pinta que va a hacer calor.
Pido al señor Murphy, que abandone a las chicas blogueras, por el amor de Dios!
BUEN FINDE!!