Hoy vengo a desmentir una de las grandes mentiras de la sociedad. No, no hablo de los Reyes Magos, ni del ratoncito Pérez.
Para mi, una de las grandes mentiras que nos graban a fuego desde que somos pequeños, es que con esfuerzo consigues lo que quieres.
Pues no. Esto no es así.
Y no quiero decir que no haya que esforzarse y enseñar a los pequeños a hacerlo.
Que es cierto que hay que ganarse las cosas. Que si queremos y deseamos con todas nuestras fuerzas ese juguete tan requete chulísimo (y tan carísimo, aunque de pequeños no somos conscientes de eso), hay que portarse bien, hacer los deberes y cumplir con las tareas según la edad de cada uno.
Cuando vamos siendo más mayorcitos, es cierto que si queremos tener buenos resultados académicos, hay que estudiar. Unos más y otros menos, según la capacidad con la que nos haya dotado la naturaleza.
Aunque esto no significa que vayamos a encontrar un buen trabajo. Porque tener un buen expediente académico y hablar tres idiomas, no significa que vayamos a conseguirlo. Que tendremos más posibilidades, sí. Pero ya sabemos que el que tiene padrinos se bautiza. Y en muchas ocasiones, más vale un buen enchufe que un montón de matrículas de honor.
Y que sí, que hay muchas cosas que el resultado depende de nuestro esfuerzo.
Pero también es verdad, que cuanto menos dependa de nosotros y más del azar, la naturaleza o la biología, por mucho que nos esforcemos, no hay garantía de buen resultado.
Puede parecer que sea una entrada de bajón, reivindicativa o de queja. Pero nada más lejos de la realidad.
Me ha costado mucho pero he conseguido asumir, que hay cosas que no dependen de mi. Que por mucho que me esfuerce, no está en mis manos.
Así que junto con el aprendizaje del esfuerzo, debería ir el de la capacidad de asumir las derrotas, de gestionar la frustración. Que hay es donde falla la educación.
Todos hemos leído o escuchado alguna vez eso de seguir nuestros sueños, luchar por ellos, visualizarlos, pelear, esforzarse...
Pero nadie nos cuenta qué ocurre, cuando no lo conseguimos. Porque hay sueños que se cumplen y otros que no. Y esto es así.
Así que a veces, hay que parar y respirar. Y ver que quizá no lo he conseguido. Pero hay muchas cosas que tengo, que también me han costado mucho esfuerzo y no desmerecen mi atención.
Y ahora sí, después de muchos años de lucha, puedo dormir con la tranquilidad, de que aunque el resultado esperado no llegue, he hecho todo lo que estaba en mi mano para conseguirlo.
Seguiré informando...