REFLEXIONES

Los fines de semana, para mi, son los días de reflexión.
Entre semana, los días tienen demasiadas pocas horas para pararse a pensar, hay mucho que organizar y hay que conseguir llegar al viernes en las mejores condiciones posibles.
Pero el fin de semana sí. Nos sentamos tranquilos a cenar, este sábado ha tocado por fin en un restaurante, hacía siglos que no salíamos. Teníamos los dos cumpleaños sin celebrar y hemos aprovechado que se ha terminado la primera parte del tratamiento y puedo comer y beber tranquilamente.
Y claro, los dos solos, sin tele, sin prisas, sin pensar en lo que tengo que hacer mañana o que tengo que madrugar.
Llegó a mi por casualidad, o no, un vídeo de una pareja que se había sometido a un tratamiento fiv. No aclaraban mucho si fiv, fiv-icsi. Lo que estaba clarísimo es que el problema en este caso era del chico, como en mi caso. Incluso el protagonista del video se llamaba igual que mi chico. En resumidas cuentas, después de diez años, tuvieron primero una niña y en un segundo intento, vinieron las gemelas.
Tengo que reconocer que me emocioné, la manera que la chica contaba toda la historia, que no pudo aguantar a la beta y se hizo un test casero. Como aún viendo el positivo, lo repitió al día siguiente, y al siguiente y así hasta que llegó el día de la beta. Ella los miraba, los guardó todos, pero no terminaba de creérselo. Cuando fue confirmado por el médico, lo publicó a los cuatro vientos. Llevaba mucho tiempo deseando poder contar a su familia y amigos que por fin, esperaba un bebé.
Pues bueno, a mi me impactaron los diez años que estuvieron en búsqueda, diez años. Diez.
Nosotros, entre una cosa y otra, llevamos cerca de dos años de búsqueda, pero apenas unos meses en tratamiento. Estamos muy positivos, y creemos que esta va a ser la buena, o eso queremos creer.
Pero yo no me veo con fuerzas, ni con el valor de seguir luchando nueve años más. Entre otras cosas, porque tengo trenta y cinco, y hay que ser realistas, cada día que pasa será todo más complicado.
Pero además, no quiero gastar todas mi energías en buscar algo que quizá nunca vaya a llegar. Y qué ocurre sin después de diez años todo sigue igual? Igual, en el sentido de que no habría niños en mi casa. Porque sin duda, estaríamos consumidos, decepcionados, agotados, tristes y vencidos. Probablemente nuestra relación no sería la misma, o ya no sería. Y la economía, mejor ni pensarlo.
No sé lo que la vida me va a deparar, ni qué sorpresas más me va a dar, pero mi tiempo de lucha será corto.
Y no, no lo considero una rendición. En estos momentos el deseo de ser madre está muy por encima de todas las cosas. Pero no quiero sacrificar toda mi vida, sin saber si el milagrito sucederá.
Porque tal vez, en el libro de mi vida, no esté escrita la maternidad.
Y como pienso que todo ocurre por algo en esta vida, asumiré la nueva situación y aprenderé a vivir de otra manera.