jueves, 10 de marzo de 2011

FELICIDADES AMOÑA!!

En mi tierra llamamos así a las abuelas, aunque yo hace mucho tiempo empecé a llamar agüeli, porque le picaba. Con el tiempo, se acostumbró, y cada vez que oía esa palabra la relacionaba conmigo.
La señora Luisa, que así le llama su biznieta, mi sobrinilla que es una brujita, pues hoy cumple 83 añazos.
Fue una abuela joven, supongo que antes era lo habitual, lo que le permitió andar conmigo de un lado para otro cuando era pequeña. Me iba a buscar al cole, me llevaba a música, a baile o a donde tocara.
Siempre había una parada en una pastelería de una conocida suya, y me compraba un rascacielos, así lo llamaba yo, un pastel enorme con hojaldre y merengue, mmmm. Esto a escondidas de mi madre, claro, que me había dejado preparado el bocata de chorizo.
Nos encantaba ir a dormir a su casa, a pasar unas mini-vacaciones. Porque allí, hasta los macarrones sabían distinto, eran los mejores!
Siempre ha tenido mucho carácter, nos reñía, aunque como riñen las abuelas, con la sonrisa de medio lado. Y no era muy cariñosa tampoco, no nos achuchaba ni nos llenaba la cara de besos, pero todos la adorabamos.
Hace bastante tiempo que sus piernas no responden como ella quisiera, los dedos torcidos por la artrosis, le impiden hacer todo lo que quisiera. Salir a dar un paseo es un gran esfuerzo y riesgo. Cocinar, planchar,... nada, todo esto le toca a mi abuelo ahora, que por suerte ahí está. Y ahí están los dos desde hace más de sesenta años.
Pero hace cosa de un año, su mente es la que falla. Yo sufrí el alzheimer con mi abuela paterna, acentuado en la gran distancia que nos separaba, creo que se pasó los últimos diez años sin saber quienes éramos.
Pero la señora Luisa no, está aquí cerquita. El año pasado, me preguntó qué tal me iba por Barcelona. Me empezaron a temblar las piernas, las lágrimas querían saltar a mis ojos, pero me hice fuerte, y le respondí con una sonrisa, -la de barcelona es mi prima!.
Entonces, no se si a consecuencia de esto o de su enfermedad, hay algo más fuerte entre nosotras todavía. Siempre, siempre pregunta por mi. Y cuando nos vemos, me besa, todos los besos que no me dio de pequeña. Me coge las manos, me mira a los ojos y me sonríe. Esto, al contrario de lo que pareciera, me relaja, me deja muy tranquila, es como pensar que ella sigue ahí protegiéndome, y así va a ser siempre.
Ahora ya no me pregunta por el trabajo, o los estudios, o la casa, o si voy a ser madre. Ahora simplemente me mira, fijamente, me pregunta ¿estás bien?, y acaricia mis manos. Pero este año olvidó felicitarme por el cumpleaños. Siempre era la primera.
Hoy iremos toda la familia a visitarla, como a ella le gusta. Y la besaré, por sus ochenta y tres, por mis trenta y cinco y por todos los besos que no me dio y los que un día dejará de dar.
Lo que más me duele, es que no llegue a ver a sus biznietos. El tiempo se acaba para ella también.

1 comentario:

  1. Uff, qué bonito. Felicidades amoña, que usted cumpla muchos más y que algún día su nieta Trax pueda mostrarle orgullosa su maternidad.
    Se fuerte Trax, los abuelos dejan una gran herida cuando se marchan, pero siempre te quedará una sonrisa al recordarla.

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