HISTORIAS NAVIDEÑAS

Desde hace unos años, desde que empecé a sentir el instinto maternal, o quizá porque me estoy haciendo mayor, cada vez recuerdo más momentos de mi infancia y en estas fechas, es inevitable.

Recuerdo en cuanto nos daban las vacaciones del cole, era el momento en que la Navidad llegaba a mi casa. Oficialmente, el día 21, (que es cuando aquí celebramos la feria de Santo Tomás), es cuando colocábamos el nacimiento. En mi casa siempre se ha puesto el portal, con el musgo, el pesebre, el ángel, jesús, maría y josé... Todas estas piezas tienen los mismos años que mi hermano mayor. Esto es, cuando mi hermano nació, a casa de mis padres llegó el Belén.
Mi madre solo seguía una tradición. Porque en casa de mis abuelos, por falta de espacio solo se colocaba el niño Jesús, en una cunita con una vela que se encendía la Nochebuena. Y este niño Jesús, tiene la misma edad que mi madre, que es la hija mayor.
Y yo, como no, quiero seguir esta tradición. Así que si Dios quiere, el año que viene, en nuestra casa se montará el Belén.

Recuerdo, que estando de vacaciones, por las mañanas estaba mucho tiempo con mi madre, ayudándola y siempre me enseñaba canciones, villancicos, de los que cantaba ella de pequeña, los que le enseñaron mis abuelos, y que a dia de hoy, seguimos cantando cuando nos juntamos toda la familia. Recuerdo también, que mi padre, a pesar del poco tiempo que tenía para nosotros, me enseñó a rascar la botella de anís, y me enseñaba villancicos de su pueblo también.

Recuerdo que nos vestían con el traje típico de aquí, de caseros, (kaxeros, que suena igual, pero con la sshh como rajoy, jejej), y saliamos a cantar por las casa de los vecinos el día de nochebuena y el de nochevieja y nos sacábamos nuestros dineritos.

Recuerdo cuando descubrí El Secreto. Y no, aun siendo la pequeña, no me lo cascaron mis hermanos, que callaron como muertos durante años, si no, la hija de una amiga de mi madre, a la que detestaba y creo que el sentimiento era mutuo. Recuerdo la rabia que me dio que su hermano pequeño que tenía mi edad, no lo supiera y yo, en cuanto pregunté a mi madre, no pudo ocultarlo por más tiempo. Pero entonces pasé a ser cómplice de mis hermanos, de mis padres, de aguantar el secreto para mis primos pequeños, de ahorrar para comprarles algo a mis padres y esto me encantó también.

Recuerdo mi último regalo de Reyes, cuando creía en Reyes, que fue una bicicleta roja preciosa. Salí corriendo a despertar a mis padres, ¡me han traido la bici, me han traido la bici!! Que me miraron con una cara como "qué c**** hará esta niña aquí tan pronto!". Y me respondieron, sí, sí, muy bien, pero vete a la cama! No tengo ni idea que hora sería, pero supongo que era muy muy pronto.

Recuerdo cuando íbamos a casa de mis abuelos y estaban los Reyes, los tres! y nos daban un regalo y nos pedían un beso. Pero a mi nunca me ha gustado besar, y menos las barbas esas que picaban mucho, y el negro, Mami, si está pintado! "Claro, estos no son los de verdad, que ahora tienen mucho trabajo, solo vienen a ayudarles"

A mi casa siempre venían los Reyes, ni papá Noel, ni el Olentzero, que es un tipo que tenemos por aquí. Que creo que lo inventaron para hacer competencia a Papá Noel, porque en realidad, es un carbonero, borrachuzo, que bajaba a la ciudad el día Nochebuena, a anunciar el nacimiento de Jesús... Jesús no nació en Belén?? Y qué ejemplo es este para los niños, un señor borracho que si te portas bien te deja algo de regalo pero le tienes que dar vino?? (sin ánimo de ofender, jeje)

Y podría seguir hasta aburriros, que seguro que ya lo estáis!
Así que voy a recordar, la Navidad de hace diez años, que ya no era una niña. Y después de una etapa de buscarme a mi misma, tras una separación dolorosa y un año muy muy malo, pues decidí irme a buscarme la vida a Dublín. Sabía que no duraría mucho, porque no sé ni papa de inglés. Pero estuve un par de meses. Cuando se acercaba la Navidad, con la complicidad de mi hermano mayor, hice creer a la gente que no podría venir, porque había encontrado un trabajo en un bar.
El día 24 cogí un vuelo hasta Biarritz. Mi hermano, que no tenía entonces coche, le pidió prestado a mi padre, para ir a hacer unas compras. Eran como las seis de la tarde cuando aparecí por casa. Pues imaginad las caras! Mi padre casi hasta se enfadó, es su defensa para que no le viéramos llorar, pobre lo que se emocionó! Mi cuñada se quedó blanca y me dio un abrazo impresionante. Pero a la noche, cuando aparecí en casa de mis abuelos, aquello fue increible, parecía que habían visto un fantasma!!
Me divertí mucho, después de dar todo tipo de explicaciones, porque radio patio (esta es mi abueli), había corrido ya la voz de que estaba trabajando, pero fueron unas de las navidades más bonitas de mi vida!

Ahora solo espero, que estas que llegan, sean muy muy especiales también.