jueves, 16 de diciembre de 2010

MANUELA

A ella le gustaba que me sentara sobre sus rodillas. Año tras año, verano tras verano. Aún cuando ya era más alta que ella, mis piernas eran tan largas que era muy difícil sostenerme, sin hacerle daño.
Su gorro de paja siempre cubriendo la cabeza, su pelo blanco, y corto. Su cara bronceada por el sol de la sierra. Cada arruga una historia. Cada historia, dura, más dura.
Le gustaba acunarme como si siguiera siendo aquella niña de tres años. Susurraba aquella canción que alguna vez, quiere venir a mi cabeza.
Y ahí se paró su mente, en aquella niña de tres años. Sus historias incoherentes, su mirada perdida, aquella sonrisa.
Sus manos aplaudían una canción de juventud, de la juventud ya perdida, lejana.
En mi recuerdo unas lágrimas, las que corrían por las mejillas de aquel gran hombre, alto, fuerte, serio y duro. Cuando ella, mirándole a los ojos, siempre sonriendo, no lo pudo reconocer.

Un día de estos hubiera cumplido 100 años. Su corazón hace ya diez que se paró, pero su vida hace muchísimo más.
Cada día que pasa te añoro más. Allá donde estés con el abuelo, que la guerra no me permitó que conociera, y con la caty, recibe este homenaje. Y mándame esa sonrisa para iluminar mi camino.
Un gran abrazo.

2 comentarios:

  1. Trax, cariño, qué entrada más preciosa, me dejas con lágrimas en los ojos y el corazón tierno, más aún.

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  2. Todos vivimos mientras somos recordados por alquien que nos ama.. y que transmite a otros las cosas que le dimos..si no fuera asi seria imposible sobrellevar la vida siendo concientes de que vamos a morirª!

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