UN DÍA MÁGICO

Lo primero de todo, muchísimas gracias a todas por vuestras felicitaciones. Pues sí, ya ha pasado un año. Cómo pasa el tiempo!!

Tengo que reconocer, que este año no estaba yo muy animada para celebrar nada, y eso que era el primero. Pero, me había hecho la idea, de que este año no podría brindar con alcohol, y que nuestra vida habría dado ese giro que tanto esperábamos. Y, como sabéis, no ha sido así. Así que me pasé la semana pasada bastante triste. El viernes, pude soltar bastante lastre (muchas gracias chicas!), y ya empecé a ver las cosas de otra manera.

Pero el sábado, el sábado fue un día muy especial. Y no precisamente por el aniversario. Si no, que fue el día que fuimos a conocer a una familia adoptiva.
Qué experiencia. Todavía estoy emocionada. Sé que hay muchas familias adoptivas, que todas las familias, adoptivas o no, tienen algo especial. Pero es que esta, tenía algo mágico.
De primeras, sin conocernos de nada, nos abrieron las puertas de su casa, y nos contaron, su vida, como si les conociéramos de hacía tiempo.
Once años en total han estado, entre la búsqueda natural, los tratamientos y la adopción, hasta que han conseguido crear su familia. Pero la recompensa, supera por mucho lo que os podáis imaginar. Es que se respiraba en el ambiente el amor.

Su historia era parecida a la nuestra, en ciertos aspectos, sobre todos los inicios. Chico que vive solo, chica que entra en su vida y la descoloca. Chica con fuerte instinto maternal y chico con síndrome peter pan. Pareja que por fin inician la búsqueda del bebé, y bofetón médico.
En concreto, después de varias aventuras médicas, a ella le extirparon el útero. Ella confesó que fue entonces cuando descansó. Y yo, me emocioné, pero le entendía. Porque a nosotros nadie, nos ha dado un no rotundo, un "es imposible", o "jamás lo conseguiréis". Pero vivir con una esperanza, tan pequeña, tan ínfima, pero esperanza al fin y al cabo, mata. Mata un poquito cada mes, cada síntoma, cada retraso, cada regla...

Tras un montón de dificultades y casualidades, llegaron a su vida, lo que ella llamaba su bombón de chocolate y su bombón de nata. Ya que son dos niñas, hermanas de madre, pero una es blanquita y rubia y la otra es mulata. Las dos, preciosas, preciosísimas!
Una de ellas, no quería salir a saludarnos, porque al contarle su madre que íbamos a visitarles, que nosotros también queríamos adoptar, le preocupó que fuera a ella a quien nos íbamos a llevar.
Nos contaron las cosas bonitas y las feas. Los papeleos, las entrevistas, la idoneidad y la adaptación.
Y nos contaron, como unos años después, ella seguía teniendo un vacío, un vacío especial, porque buscaba una niña especial. Y una vez él admitió ese deseo, llegó su niña especial. Una niña que ha venido a iluminar y a hacer, si cabe, mucho más mágico su hogar. Una pequeña de padres marroquís, con síndrome de down y una seria cardiopatía, su bomboncito de vainilla.
Solo deciros, que cuando la nena se despertó, la casa se llenó de luz.

Pudimos hablar de todo, con total tranquilidad. De nuestro pasado, nuestro presente, los tratamientos, el duelo genético. Creo que marido descubrió, de boca mía y de ella, algo de lo que quizá ahora no era demasiado consciente. Esa sensación de vacío, esa necesidad irracional de ser madre, ese sentimiento que nace de dentro, de las entrañas, y que no sabemos muy bien explicar. Ella los puso en mi boca, mientras marido escuchaba en silencio.

Mientras contaban su historia, iban destacando varias señales que la vida les iba dejando, de las que fueron conscientes, lógicamente, al tiempo. Detalles, que en un principio parecen absurdos, pero que te están diciendo alto y claro lo que te va a ocurrir.
Señales, de las que la mayoría de las veces, no somos conscientes.

Y como nosotros también somos de la opinión de que todo ocurre por algo, creo que no fue una mera casualidad que nos reuniéramos justo el día de nuestro primer aniversario. Nuestra idea había sido el finde pasado, y a ellos les surgió algo.

No puede ser casualidad, que el cielo nos regalara este maravilloso atardecer, cuando salimos de su casa.

Al despedirnos, él nos dijo, con seguridad, que nosotros ya estábamos escribiendo nuestro camino.

Y no puede ser casualidad, que mientras pensábamos en ir a buscar un bomboncito, fuera el nombre que ella tuviera para sus peques.

No puede ser casualidad, que los dos saliéramos con una paz tan inmensa en nuestro interior, que viniéramos hablando todo el camino, y parte de la cena, del tema.

Y no puede ser casualidad, que los dos estuviéramos tan decididos en ese momento, de ir buscar dos bomboncitos.

Ojalá fuera capaz de escribir todo lo que sentí aquella tarde, y la paz que me acompaña desde entonces.

En tan solo unas horas de una tarde de sábado, supimos, que sí, que es posible, y que lo vamos a conseguir. 

Seguiré informando.